Veamos cómo funciona la distribución digital (Parte 1)

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Imposible ser inmune a la forma tan radical en la que ha cambiado el negocio de la música; tanto músicos como consumidores (y todo lo que hay en el medio) hemos sido inevitablemente afectados. Sacar provecho de estos cambios es una habilidad que hemos tenido que desarrollar, y el adaptarnos al nuevo “catálogo” de oportunidades que esto nos brinda ha convertido a la música (ahora omnipresente), en una forma de vida posible para quienes con ella han sabido evolucionar.

Por: Víctor Velasco

Hace ya doce años que Apple presentó al mundo su enésimo producto revolucionario. En este caso se trataba de iTunes Store, la primera gran tienda donde consumir música (y más adelante, muchos otros formatos de cultura y entretenimiento) de forma digital. Desde entonces parece que ha llovido mucho, así que vamos a hacer un repaso a esta última década conociendo a sus principales actores.

Una rápida transición

La gran mayoría de la población en edad de merecer empezó a descubrir los beneficios y la amplitud de posibilidades que ofrecía el uso de archivos de música digitalizados a finales del siglo XX. Y todo gracias a Napster, la primera red de intercambio de archivos P2P, que trajo ante nosotros un sufijo, una coletilla, que iba a ir desde aquel momento asociada a todas y cada una de las canciones que escucháramos y (ojo, aquí se introduce el concepto) descubriéramos. Daba igual si hablábamos de Madonna o de Weezer. Todas las canciones, todos los archivos, eran de la misma familia y compartían el mismo apellido: la extensión “mp3”. A partir de ahí vinieron Audiogalaxy, Soulseek, iMesh y algunas otras redes de intercambio de archivos, hasta que apareció eMule y se quedó con la mayor parte del ancho banda de nuestras conexiones de 56Kbps: Mientras sucedía todo esto, en los medios se hablaba cada vez más del daño que estaba provocando la piratería (la versión analógica era el top manta, que arreciaba por nuestras calles, plazas, bares e incluso playas) y el intercambio de archivos a la industria discográfica, que cada año ofrecía unas cifras más deficientes.

¿Por qué pasaba esto?¿Qué explicación tenía que los usuarios prefirieran bajar la música y escucharla en formato digital en lugar de pagar por un CD? Parece como que, sin haberlo solicitado, a la industria discográfica le arrojaran sobre la mesa el resultado de un concienzudo estudio sobre los hábitos de consumo y las necesidades de su público más potencial. Y encima, gratis. Si la gran industria hubiese sido más avispada de lo que fue en aquel momento, en lugar de criminalizar a los usuarios de las redes P2P, podría haberlos convertido en clientes. ¿Cómo? Ofreciéndoles lo que están pidiendo a gritos ¿Lo hicieron? No ¿Alguien lo hizo? Sí, Apple, una empresa que hasta el momento nada tenía que ver con la música, y en cambio mucho con la tecnología.

Y desde aquel 28 de abril de 2003 todo cambió. Todos los beneficios que ofrecían las redes P2P (acceso a catálogos enormes a golpe de click, principalmente) se mostraban aquí en una plataforma limpia e inmaculada, con la información perfectamente ordenada, con acceso a recomendaciones entre otras muchas características y funcionalidades que se irían incorporando poco a poco. La contrapartida es que aquí había que pasar por caja, al célebre precio de 90 céntimos por canción. Y este hecho era otra de las barreras que rompía iTunes (y también las redes P2P) respecto al formato físico: no tener que pagar por un disco entero cuando solo te interesan algunas canciones de éste. Obviamente en algunos lugares como España la aceptación fue más tímida (¿Por qué pagar por algo que puedes tener gratis?¿Por qué pagar por algo que no es físico sino virtual?) pero en otros territorios donde el mercado cultural siempre ha sido sólido y ha existido un fuerte hábito de consumo, iTunes fue acogido con los brazos abiertos. Hablamos de lugares como USA, Francia o Reino Unido, aunque siempre ha existido y existirá una tasa de usuarios que prefieren las redes P2P por una u otra razón. Tanta fue la buena acogida, que sólo 7 años después (en febrero de 2010) iTunes se colocó como “best music seller”. De repente la principal tienda de música del mundo ya no era ni Virgin Megastore, ni Wal-Mart, ni Fnac ni ninguna otra gran superficie, sino una tienda que vendía música en formato digital.

Un paso más allá. Hola, streaming.

Si bien la buena acogida del formato de descarga no ofrece ninguna duda, poco a poco (y aunque el precio de los discos duros baja al ritmo que aumenta su capacidad) se hicieron notorias otro tipo de necesidades del usuario que, voilà, la tecnología podía cubrir una vez más. Hablamos de la ubicuidad, la conectividad permanente, la inmediatez, la posibilidad de compartir y, como no, de descubrir. El formato de descarga está muy bien, pero cuando el usuario se encuentra ante la biblioteca de Alejandría (estos servicios se vanaglorian de ofrecer millones y millones de canciones) le surgen nuevas dudas: ¿cuanto dinero voy a tener que gastarme por poder escuchar toda esa música que me apetece a lo largo de mi vida? Y ¿qué ocurre si sólo quiero escuchar una canción una vez?¿tengo que pagar por ella y almacenarla? Y, ¿debo ir tirando todos mis vinilos para empezar a hacer hueco a los cientos de discos duros que voy a acumular el resto de mi existencia? Por cierto, cuando me vaya de vacaciones ¿qué discos duros me llevo? Debería ir categorizándolos para no tener que andar buscando entre archivos. ¿Cúando sacaran un iPod de 500 millones de gigas?

Pues aquí está “la gracia” del streaming. Aunque a iTunes le había surgido algunos competidores en el mundo de la descarga (Napster en su nueva y renovada versión legal, entre otros) nadie era capaz de arrebatarle el trono hasta que llegaron los servicios de streaming, que ofrecían algo parecido pero muy diferente. El servicio de música en streaming más popular (y con una amplísima cuota de mercado) en nuestro lares es, sin duda, Spotify, pero no es el único. Deezer goza en Francia (país del que es originario) una gran red de usuarios, así como en otro países de Europa y Latinoamérica. Y Pandora Radio fue en realidad el primer servicio de este tipo en Estados Unidos, si bien siempre ha funcionado más como una radio online.

Los servicios de suscripción por streaming no posibilitan la descarga de música en un disco duro local, no puedes llevarte los archivos mp3 en tu pendrive, pero la realidad es que esa necesidad no vas a tenerla nunca más. ¿Quién quiere acumular discos duros como si fuera una empresa de servidores? Los beneficios del streaming son claros: paga un cuota (muy barata según el caso) y accede a todo el catálogo desde donde quieras y cuando quieras. Desde tu móvil, tu portátil, el ordenador del trabajo, tu tablet… crea listas, compártelas, pincha en una fiesta… y, sobre todo, descubre música. Porque si algo hacemos todos gracias a los servicios de streaming es descubrir música. Las radios, las recomendaciones, los usuarios a los que (también aquí) podemos seguir, las playlists temáticas… Gracias a Spotify y el resto de servicios de streaming, el consumo de música está siendo el mayor de la historia. Hoy día alguien que nació el mismo día que se fundó iTunes, puede descubrir que la música de los años 50 le gusta tanto como el último hit latino. Y esto significa que con el paso del tiempo se traducirá en una sociedad culturalmente fuerte y con un criterio amplio. Y además, también en una industria sólida y en unos artistas cada vez mejor pagados.

En la segunda parte de este artículo, veremos quienes son los diferentes servicios de streaming y, sobre todo, cómo puedes llevar tu música hasta ellos y hacerla accesible a prácticamente todo el mundo.


foto_vvVíctor Velasco acumula más de 10 años de experiencia profesional en el sector musical, al frente de la empresa Sones y el proyecto minimúsica. Es o ha sido mánager de artistas como Delafé y Las Flores Azules, MOURN o Manos de Topo, entre otros, ha trabajado con los principales promotores de eventos a nivel nacional, y ha organizado giras en diversos países. El proyecto minimúsica es una propuesta pionera en España a la hora de acercar la música moderna a toda una nueva generación de padres, obteniendo un rápido reconocimiento y prestigio en el sector.

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