De abusado a abusador

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¿Todavía piensas que el mundo de los videojuegos no es cosa seria? Pues las cifras pueden llegar a sorprenderte, sin duda el crecimiento de esta industria en España es actualmente innegable, pero ¿qué tanto, este emprendedurismo está llegando al puerto que se merece? Al parecer hay mucho que replantearse en el camino y sobre todo, es muy importante saber lo que somos, lo que podemos llegar a ser y lo que hay que hacer para lograrlo.

Por: Silvia Fornós

España, año 2015. La ebullición de nuevos desarrolladores de videojuegos en nuestro país es ya una realidad. A diario descubro empresas indies del sector nacientes incluso en mi misma ciudad, a veces a pocos metros de distancia de mi casa. Puede que un día levante una piedra y salga una empresa indie de videojuegos, como un “Kinder Sorpresa”… En fin, esto está que arde y me parece genial.

Las cifras hablan por sí solas: se calcula que este mercado ha crecido en España un 31% en 2014 con respecto al 2013, lo que supone una facturación anual superior a 750 millones de euros según un estudio de EAE Business School . Sin embargo, tras estos números verdes y previsiones optimistas, hay algo un poco más preocupante que deberíamos tener en cuenta seriamente. ¿Qué parte de estos beneficios acabaron en manos de empresas españolas del sector? Lamentablemente, el pellizco fue muy pequeño porque la mayoría de las ventas siguen jugando a favor del mercado exterior. Sí, la industria está creciendo —de hecho es el sector de ocio que evoluciona a mayor velocidad en estos momentos—, pero no podemos olvidar que los usuarios españoles prefieren los juegos de otros países, como Estados Unidos, Japón o Reino Unido por citar algunos de los mercados más fértiles en estos momentos (podéis leer más sobre el tema en esta entrada de Alberto Venegas en www.devuego.es).

mapa

Imagen extraída del artículo de Daniel Parente (https://www.linkedin.com/pulse/updating-map-spanish-game-companies-daniel-parente) con el número de empresas nuevas de videojuegos en España por comunidad.

A excepción de unos pocos afortunados que pueden permitirse el lujo de comercializar juegos triple A o casi (Novarama, Mercury Steam y pocos más), la realidad es que aún nos queda un largo camino por recorrer como nación creadora de videojuegos. Por muy bueno que sea el plato creado por un aspirante de chef, no conseguirá ninguna estrella Michelín si no encuentra a nadie dispuesto a degustar y capaz de valorar su creación. Al igual que este apasionado culinario, la difusión de su producto es también un problema de índole mayor al que se enfrentan, a menudo de manera inadvertida, gran parte de nuestros bebés indies.

Encontrar una editora o distribuidora de videojuegos interesada en tu producto y dispuesta a ofrecerte un contrato decente no es fácil. Muchas veces, estas compañías velan por su propio interés y las condiciones que ofrecen a empresas indies con pocos recursos son más que abusivas. Frente a ello, los nuevos desarrolladores deben usar sus mejores armas comerciales y luchar por conseguir el máximo beneficio sin tener que vender su alma al diablo. Es decir, el que tiene el poder no es el creador, sino el comerciante, el que conoce el camino hacia el éxito, sabe activar las ventas y, además, dispone del capital inicial que tanto necesitas. Tú, a solas con tu creatividad y lo que puedas llegar a crear con ella eres poco más que un cero a la izquierda si no encuentras a un buen compañero que te conduzca hacia la visibilidad que necesitas para sobrevivir.

Ante tal condena de crear para tener que encontrar de forma obligada una empresa que distribuya tu juego y, por consiguiente, perder parte de tus beneficios, mi pregunta es la siguiente: ¿por qué no pasamos de abusado a abusador? Personalmente, estoy encantada de que se estén originando tantas desarrolladoras de videojuegos en nuestro país, pero de poco nos va a servir tanta creatividad si no aprendemos a exprimir todo su jugo. Tenemos que ser conscientes de que, junto a estas empresas nuevas, también está naciendo la necesidad de distribuir todos sus productos y, lo último que podemos hacer, es dejar que otros se encarguen de ello. Debemos construir una continuidad de negocio que incluya distribuidoras y editoras de videojuegos made in Spain. Sin duda, esta será una salida que nos permitirá coser un agujero que hace demasiado tiempo que tenemos en el bolsillo. Un agujero que a simple vista no se ve, en efecto, pero que supone un derroche innecesario que hay que remediar.

Hasta ahora nos hemos dejado llevar por el optimismo y la ilusión de ver a otros enriquecerse velozmente en esa mina de oro, a menudo a costa de un oro que nos pertenece, pero que no tenemos ni idea de cómo extraer. Mientras tanto, esperamos pacientemente de brazos cruzados con la esperanza de que algún día llegue nuestro turno. No obstante, no es la espera y la paciencia las que nos conducirán a la gloria en este caso, sino nuestra propia acción para emanciparnos y dejar de depender de otra gente. Son tiempos para hacer justicia, defender ese popular “yo me lo guiso y yo me lo como” a capa y espada porque los intermediarios son ya una molestia indeseable que han pasado a ser historia. Quiero poder afirmar “puede que un día levante una piedra y salga una distribuidora de videojuegos española” y que suene igual de lógico como sucede ahora con las empresas indies españolas de videojuegos. Ese será el día en el que sabremos que nos hemos emancipado y seremos nosotros mismos los que se enriquezcan porque habremos pasado de abusado a abusador.


silviaSilvia Fornós. Especialista en localización y edición de videojuegos desde 2008. Experiencia en plantilla en empresas de triple A como Blizzard Entertainment (París), Square Enix (Londres) y Nintendo of Europe (Fráncfort del Meno). Profesora asociada en el Grado de Videojuegos de la Fundació TecnoCampus Mataró-Maresme, escuela universitaria adscrita a la Universitat Pompeu Fabra.

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