Argumento: PODER (2 de 2)

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Un vistazo al otro lado del océano, es lo que nos propone Alfredo Naime en la segunda parte de su artículo. Un análisis del poder como argumento de una película y el poder de la misma “para remover conciencias, para tocar corazones y para despertar el anhelo de soluciones de raíz, inaplazables, a realidades dolorosas.”

Por: Alfredo Naime Padua

En la primera parte de esta reflexión hice referencia a dos de las maneras más inmediatas de explorar la relación cine-poder, si bien decidí centrarme sólo en una de ellas: cómo ha reflejado el cine la identidad y los vericuetos del poder. Para ilustrarla, me referí a cuatro films: El Padrino, Ciudadano Kane, Petróleo Sangriento y En el Nombre del Padre.

poster ciudad de diosAhora cambio de idioma y geografía -a latinoamérica- para referirme, de principio, a Ciudad de Dios, la película brasileña de Fernando Meirelles que refleja (así como En el Nombre del Padre) una situación basada en hechos reales. Se ubica en el proyecto habitacional popular que para inicios de los 80s se convirtió en uno de los lugares más peligrosos de Río de Janeiro.

En esta favela carioca -en las vidas de crimen o supervivencia de sus habitantes- la única ley posible es la del poder, un poder por el que se matan las violentas pandillas de sus calles. Sometida por la pobreza cualquier estructura social, sólo la pandilla que ostente el poder puede aportarte status y estructura. Pero desde luego, de generación en generación, siempre hay otras pandillas que anhelan ese poder y están dispuestas a obtenerlo a sangre y fuego.

CIUDAD
Y es que el poder, casi inevitablemente, suele estar ligado a la violencia. Por eso, en Ciudad de Dios uno corre el riesgo de acostumbrarse a declaraciones y parlamentos como este: “¿En dónde quieres recibir el disparo? ¿En el pie o en la mano?”; o como este: “¿A qué te refieres con que soy un niño? Fumo y me drogo; he matado y robado. Soy un hombre”; o como este: “No voy a esperarme a que estos idiotas se mueran; en cambio, los elimino a todos y listo”. Diálogos que, respectivamente, aluden al poder, a la ilusión de poder y a la urgencia de poseerlo.

Cuentan que cuando “Lula” Da Silva -recién electo presidente de Brasil- vio Ciudad de Dios, calificó a la película como “un auténtico llamado al cambio urgente”. Esto se torna ejemplo, además, de esa otra vertiente de la relación cine-poder mencionada en este artículo: la del poder de las películas para remover conciencias, para tocar corazones y para despertar el anhelo de soluciones de raíz, inaplazables, a realidades dolorosas.

Ahora, permítaseme incluir al cine mexicano en estas líneas. El film elegido para hacerlo es Colosio: el asesinato, de Carlos Bolado. Imposible suponerlo exento de una específica noción del poder, surgida esta vez de los enredos e intrigas de la política mexicana (y de la política “a la mexicana”).

colosio-posterEl asesinato del candidato a la presidencia Luis Donaldo Colosio, los eventos de aquel marzo de 1994 y sus consecuencias en los meses y años siguientes -hasta nuestros días- no sólo marcaron la historia del país, sino de muchas formas iniciaron su cambio de rostro. Lástima que la prueba de esto sea una cicatriz vergonzante, resultado de un tajo que nunca acabó de cerrar.

En Colosio: el asesinato, entre los nombres del poder político de entonces, también aparece encarnado -aunque brevemente- Raúl Salinas de Gortari, hermano del entonces presidente de México, Carlos Salinas de Gortari.

En cierto momento del film, Raúl, el llamado “hermano incómodo”, recibe una contundente advertencia del candidato Colosio (encarnado por Enoc Leaño): “para diciembre voy a ser el presidente de México y tú ya no serás el hermano del presidente, sino un ciudadano como todos que deberá responder por sus actos”. Palabras que son presagio del poder inminente, en amenaza del poder que declina.

El cuerpo de la película es la investigación de un tal Vázquez (José María Yazpik), a quien secretamente le encargan reconstruir y aclarar el siniestro rompecabezas del magnicidio. Esto considerado, se nos ubica pues ante una “ficción basada en hechos reales”, aunque más bien especulativa que confirmatoria.

Pero como en la política mexicana los recorridos suelen ser de 360 grados, el desenlace nos regresa (una veintena de muertes después) al punto de partida y a la pregunta original: ¿Quién mató al candidato? Porque en la trama de Colosio: el asesinato (reitero: en la trama), las pesquisas y respuestas de Vázquez no ven la luz pública. ¿Que por qué? Dictámenes de los “usos y costumbres” del poder, supongo.Mexico Elections Films

Sin embargo, los cinéfilos sí conocemos esos hallazgos, con lo que se cumple la intención central de los realizadores: recuperar para la generación más joven, y para la discusión de todos (aunque sea 20 años después), el caso de un magnicidio cuyo dictamen a nadie convenció.

Así pues, como Miss Bala -que igual fundamenta su argumento en hechos reales- Colosio: el asesinato alcanza la relevancia trascendente que sólo conceden las heridas abiertas de la historia. Infortunadamente, detrás de esas heridas calcinantes suele estar el ejercicio del poder, en abuso casi siempre.

 


Alfredo Naime

Mtro. Alfredo Naime Padua
Director de la Licenciatura en Cine y Producción Audiovisual de la UPAEP (Universidad mexicana).
Autor de: “El cine: 204 respuestas” (Edit. Alhambra Mexicana), “La pantalla entintada” (Secretaría de Cultura del Estado de Puebla)
y “A ojo de buen cinero” (Secretaría de Cultura del Estado de Puebla).
Más de 2,000 artículos publicados sobre crítica fílmica, enseñanza del cine y cultura cinematográfica.

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