Argumento: PODER (1 de 2) – Un apunte acerca del poder en el cine

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Desde su inicio, el cine ha buscado sorprendernos contándonos historias de todo tipo; incluso hoy somos testigos de impactantes producciones, que ante nuestros ojos han hecho posible lo imposible. Pero lo cierto es que no todo en el cine es fantasía o ficción; a lo largo del tiempo, las pantallas han sido un reflejo de nuestras propias historias y entre tantas, se observa un ingrediente constante que ha sido (para bien o para mal) lo que estructura su argumento: el PODER.

Por: Alfredo Naime Padua

Supongo que hay al menos dos maneras de explorar la relación del cine y el poder: la primera, profundizar sobre cuál es el poder del cine como arte e industria cultural y la segunda, preguntarse cómo ha reflejado el cine la identidad y los enredos del poder.

Procuraré centrarme en esta segunda. Es imposible pretender aquí una compilación exhaustiva de las centenas de películas que han abordado con estatura al poder como núcleo y esencia de sus argumentos. Así pues, lo mejor será acudir a una muestra de esos films, para recordar alguna escena, cierto segmento o incluso su identidad global, para ilustrar la manifestación del poder (y sus diversas implicaciones) en la pantalla grande.

Francis Coppola, por ejemplo, da una inequívoca sugerencia de lo que detentar el poder significa (sin que lo autorice) en ese momento de El Padrino en que un colaborador informa a Vito Corleone que aquel productor de cine al que visitaran ha dicho “no” a una cierta solicitud. La respuesta de Corleone, susurrando y en absoluta calma es: “le haremos una oferta que no pueda rehusar”; escalofriante convicción del poderoso, que se sabe poderoso y ejerce como tal. Pocos días después, Jack Waltz, el productor hollywoodense en cuestión (y su hermoso pura sangre khartoum) sabrían exactamente a qué se refería don Corleone con “hacer una oferta que no se pueda rehusar”.

Tres décadas antes de El Padrino, Orson Welles contó la historia de Charles Foster Kane en Ciudadano Kane. Heredero desde niño de una inacabable fortuna millonaria, lo único que realmente quería el tipo era comprar y dirigir una cadena de periódicos. Los medios significan poder, pero lo obtienen de fondo cuando los lidera alguien inteligente y convencido.

Eso era Kane y él mejor que nadie lo sabía. Quizá por eso es regocijante la temprana escena de la película en la que, quejándose, uno de sus administradores le informa que el Inquirer, su periódico, ha perdido un millón de dólares el último año, por el manejo político y no comercial ordenado por Kane. Irritado al principio, burlón después, la respuesta de Charles Foster Kane es: “Tiene Ud. razón. Perdí un millón de dólares el año pasado; espero perder un millón de dólares este año; y espero perder un millón de dólares el próximo año. ¿Sabe Mr. Thatcher? a este ritmo de perder un millón de dólares cada año, me veré forzado a cerrar el Inquirer en… 60 años”.

Pero Charly Kane sabía que el poder no siempre está ligado al dinero. Al menos no el poder entendido en sus acepciones más nobles. Así que, en Ciudadano Kane, también se le escucha decir: “De no haber sido tan rico, habría llegado a ser un gran hombre”.

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Petróleo Sangriento, de Paul Thomas Anderson, es quizá la Ciudadano Kane del siglo XXI. El American Film Institute la llamó “un poema épico de salvajismo, optimismo y obsesión, que resulta una verdadera reflexión sobre los E.E.U.U. al explorar con hondura el obscuro corazón de ese capitalismo en el que el dominio (no las ganancias) es la meta definitiva”. Salvajismo, optimismo, obsesión, dominio; ¿no les suenan a ingredientes de la fórmula del poder?

El protagonista de Petróleo Sangriento, Daniel Plainview (Daniel Day Lewis), en algún momento del film exclama, delirante: “¡Todo un océano de petróleo bajo nuestros pies y sólo yo puedo llegar hasta él!”. Arranques de este tipo dan certidumbre a su sentimiento de poder; ante quien sea y como sea (el título original de la película traduce literalmente como “habrá sangre”, lo que no deja dudas…).

En 1993 Jim Sheridan llevó a la pantalla -bajo el título de En el Nombre del Padre– la historia real de Gerry Conlon (encarnado también por Daniel Day Lewis), un joven simpatizante del ejército republicano irlandés acusado en Londres de un ataque terrorista que no cometió. Forzado por la policía a declararse culpable, su confesión -aunque obligada- le significa a él, a su padre y a sus amigos, 15 años de prisión, hasta que una abogada convencida de su inocencia consigue ayudarle.

En el Nombre del Padrese refiere al largo brazo del poder (no de la ley) aplastando a un hombre y a su círculo cercano no por ser culpable, sino -en este caso- por ser irlandés, por ubicarlo como “revoltoso” y por requerir de un “chivo expiatorio”. Para cuando Conlon es liberado -después de 5,500 días de desesperación- sus palabras a quienes le reciben en la calle son: “Soy inocente. Pasé 15 años en una prisión británica por algo que no hice. En ella vi morir a mi padre por algo que no hizo y este gobierno sigue afirmando que es culpable. ¡Quiero decirles: hasta que mi padre y mis amigos sean declarados inocentes y los verdaderos culpables se traigan ante la justicia, seguiré peleando! ¡En nombre de mi padre y en nombre de la verdad!”.


Alfredo Naime

Mtro. Alfredo Naime Padua
Director de la Licenciatura en Cine y Producción Audiovisual de la UPAEP (Universidad mexicana).
Autor de: “El cine: 204 respuestas” (Edit. Alhambra Mexicana), “La pantalla entintada” (Secretaría de Cultura del Estado de Puebla)
y “A ojo de buen cinero” (Secretaría de Cultura del Estado de Puebla).
Más de 2,000 artículos publicados sobre crítica fílmica, enseñanza del cine y cultura cinematográfica.

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